Literatura Frikeada


"De colores distintos"

O por verdadero sueño, o por afán de soñar, caigo, tendido, enojado, sobre la fría mesa, sirviéndome de las manos como almohada para dormir bien. Ése es el problema de dormirse con rabia; uno sueña, así como podría llegar a decir, cosas impersonales, oscuras, agresivas, sintiéndose culpable de haber tenido un sueño que sea tan perverso con el objeto de tu ira cerebral. Pero más que mal duermo. Y es uno de esos sueños, donde te llevas a ti mismo a un universo de espejo, paralelo a la realidad, donde cada cosa está en el lugar que tú la recuerdas, lo que hace de esto algo tétricamente familiar. Levanto brevemente la cabeza, dándome cuenta de que algo no anda bien, sin importar si es real o no, pero hay algo en el aire, algo diferente, será culpa, será más agresividad, será perversión. Hay algo en el aire, y sangre regada por todas partes. Rayos, también hay vísceras. No será esto una de esas típicas películas cine-gore... El miedo me invade, más que mal, logra su objetivo el maldito paisaje, tan insalubre al que he ingresado. No hay nadie vivo. Ni un alma anda por aquí. Y el viento se escucha excesivamente fuerte, azotándo sus partículas hacia las ramas de los árboles, cuyas hojas son las principales afectadas en este juego del clima. Las nubes viajan a cien por hora, negras, oscuras, pero no lloviéndo ni derramándose, sino bien comprimidas y amenazantes. Salgo lentamente de la sala, abandonando las vísceras y los cadáveres que aún creo que quedan.
Afuera no hay tampoco nada vivo, ni arrancando, ni luchándo por su vida, ni una rata o un murciélago, ni una paloma ni un perro, ni un zancudo o una mosca. No hay señales de horas del día ni del sol, ni de colores, más que el prendido rojo de la sangre en el suelo. Repugnante, repulsivo. Camino y se pone peor la cosa. Las vísceras parecieran acumularse a medida que salgo del pasillo, de modo que al llegar al patio ya son pequeñas montañitas de pura carne roja. Y no hay moscas ni buitres, ni seguramente bacterias descomponedoras que hagan su trabajo. De pronto me invade un miedo, un "corre-por-tu-vida" incesante, violento, demacrado sentimiento, instintivo y emotivo. Es que hay demasiado jugo rodeándome. Más y más sangre, que corre por los pasillos, que cae de las escaleras, arrastrándo quizá qué cosas, se abren las puertas y sale más y más sangre. Cierro los ojos. Me los cubro con las manos. El viento ya se lleva el árbol de tanta fuerza. De pronto nada. Un relámpago lo ilumina todo, tan así, que hasta con los párpados apretados y las manos cubriéndome no son refugio de tal potente resplandor. Un final nada original para mi travesía gore en este sueño. Pero no es el final, el mundo onírico me premia bien por haber llegado hasta aquí. A pesar de que veo mi cuerpo en el suelo, que yace sin vida; a pesar de que había tanto rojo alrededor, ya no hay nada; a pesar de la fuerza en que el viento y las nubes corrían, se han detenido ambos, con las hojas detenidas igual en el aire; y a pesar de que el patio era de un infranqueable concreto que pavimentaba el inmundo suelo, ahora hay un árbol gigante, intimidantemente alto, tenebrosamente frondoso, el árbol más grande que he visto en mi vida, oscuro, viejo, pero se sabe que hay mucha fuerza que fluye por el árbol. Está a una esquina del patio. Y yo en la otra, la contraria. Desciendo un poco, porque estaba flotando sobre mi cuerpo. Hay mil almas alrededor mío. Sé que están mis amigos y mis compañeros entre ellos. Sé que están observándome, quizá esperando que me les una, qué se yo. Y sé que es mi deber dejarlos a todos atrás, dejarlos así como para pagar una deuda, para entregarme en vez de ellos, al árbol divinamente gigante. Camino hacia él, en una especie de sendero que se ilumina de amarillo, camino ya demarcado, al parecer era mi destino. Me siento solo, pero fuerte. Seguro, pero abandonado. Es lo que pasa cuando, en el mundo real, vives con un haz verde, o naranjo, o de cualquier color detrás de tí, lo que pasa cuando miras el cielo, creyéndo que ahí encontrarás la respuesta, por describir el cielo y el infierno y asignarles un sentimiento una melodía a cada uno antes de tiempo, es lo que pasa por ser un alma infantilmente loca, diferente, y saberlo y actuar de modo a eso en la realidad, y por preguntarse también de que no hay forma de comprobar qué es real y qué es fantasía, y dedicar mil horas a eso. Por alucinar endógenamente, bajar al núcleo y subir a la estratósfera, y si siento frío o calor, describirlos psicodélicamente con sinfonías y sabores, y pintar todo rojo, o multicolor, o transparente. Por hacer todo esto es la principal razón por la que siento que es mi deber, que no depende de mi ir hacia el árbol infinitamente frondoso, y no mirar al lado en el camino, porque desde un principio fue así. Los extrañaré, almas gemelas, almas a las que jamás pude guiar, a las que seguí y a las que se me hizo imposible hallarles camino. Si el árbol oscuro como el cielo me da momentos de conciencia después de esto, oh, extrañaré los momentos en que pretendí pintarlos de colores distintos, de olores, sabores, mustias lozanas y sensaciones con desdén. Camino hacia el majestuoso árbol, observado por ustedes, que quizá siempre o quizá jamás me retribuyeron estos sentimientos. Mirándo al suelo y medio agachado, con el pie derecho desviado como camino siempre, los dejo. A medida que avanzo, más claro se pone el día, de modo que ya está despejado al llegar al árbol, las tinieblas solo lo envuelven a él y a mi. Me voy. Me voy para siempre, con mi alma ya cromica, ya cambiada, para volver renovada al mundo de la realidad. Porque toda criatura vive y sueña, en esta fantasía o realidad, y muere y se va sola, sin depender de nadie. Y porque está claro que yo no soy la excepción, solo que me dí cuenta antes de tiempo de la cantidad de colores que me rodeaba. Me voy. Me voy para siempre.
Despierto. De un salto. "¿Sigues enojado?" Que si sigo enojado... Que si sigo enojado. No, ya no estoy enojado. Me volé y ya volví. Si, lo hago a menudo.



Dedicado a los sueños colectivos, a los concientes, a las pesadillas y los con final sobresaltado, a los que aparecen al tener el cerebro cerca de otra alma, al aburrise indefinidamente, o como respuesta al cansancio extremo.
Buenas noches, y recuerden volar en su próximo sueño conciente.

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