La silla seguía ahí. Quizá las sillas se quedan en extraños lugares, para apartarse del grupo de sillas, para que las miren los lunáticos y piensen poemas. Erase una vez una silla blanca que estaba ahí, sin que nadie la tomara en cuenta. Una utopía sentarse en ella, es imposible, a uno no se le pasa por la cabeza alguna manera de sentarse en ella. Sentarse en ella. Sentarse en ella. Es probable que uno piense por un instante y solo un instante en cómo mirarías la posición en que estás sentado en esa silla. Pero es solo un instante, y te dedicas a tratar de encontrarle un sentido artístico a esa silla, o de pensar es que es algún tipo de señal y buscas sus significados. Es probable también que le comentes a alguien lo de la silla, expresando así: "Que bacán la silla ahí..." En fin, había una silla blanca, de esas que se le doblan las patas, al frente de todas las graderías. Estaba de espaldas a un piano, un piano viejo y desgarrado, con una acústica increíble, que debe haber sido maravilloso y espectacular en sus años de oro. Pero el piano ya está viejo y cansado de ver tantas decepciones musicales y cabezasos tratando de reducir un filme de un par de horas a unos cuantos párrafos de cuadernos. El piano mira y la silla tambien. El aire está azul. A veces pienso en que menos mal que el aire no tiene color, porque sino no veríamos maldita la cosa. El aire azul, la silla en una posición extraña, los ventanales con el color de la lluvia, el piano viejo, etc. Tantos factores que nos permiten determinar que nuestros intereses están siendo echados al suelo y pisados por algún que nos muestra que estamos viendo una parte del mundo. Entonces recordamos porqué estamos ahí y cual es en verdad el motivo que deja a ese viejo hipócrita y de una educación barata, producto de años de fracaso musical y recordamiento de el momento en que le dijeron en su maldita cara que su arte no sirve para nada, opinar y calificar nuestro arte. Entonces, se dedica ahora a regar solo a las plantas que tienen flores bonitas y azules, y deja las que son rojas o tienen frutas a un lado. La silla es arte, el piano tiene arte y todos pensamos en arte alguna vez en nuestra vida. De distintas maneras, pero es arte al fin. Entonces, cuando dejas la sala con silla y piano y su respectivo viejo, te vas a tu casa, y tras unos cuantos días escribes un texto en el que depositas tu odio en él. Es odio, pero sigues adelante.

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