Literatura Frikeada


"Circularidad"

El sol se oculta. Él mira el sol. Las hojas de los árboles se mueven con el viento, que refresca con monótono sonido. Ella mira las hojas. El pasto, violentamente vertical, acaricia los pies de quien, bienaventurado, se digna a caminar por él. Él mira el pasto. Las nubes, aún naranjas, esparcidas allá, a lo lejos, techo permantente, como quien nos observara atentamente queriendo estar aquí y nosotros queriendo estar allá. Ella mira las nubes. Las piedras adornan el camino con su lozana belleza, natural roca, que alguna vez fuiste más grande y ahora eres pequeña, pero de dura constitución, como que tus particulas se abrazan eternamente. Él mira las piedras. Los pinos, altos, lejanos, y sobretodo ajenos, que gurdan quizá qué secretos, que observaron todo y que llevan mucho tiempo allí, viendo niños, plazas, corridas, autos y gente, haciendo una sombra ya negra a esta hora del día, tenebrosa sombra. Ella mira los pinos. Niños juegan con más ánimo, el último antes de partir a sus casas contra su voluntad, aprovechando al máximo el poco tiempo antes de que se termine la claridad del sol, corriendo con más energía, la energía de la tierra, llámese vida, llámese fuego interno, llámese como sea, pero que fluye por ellos, a través de ellos, que circula y conecta, que nutre y crece. Él mira los niños. Los perros escarbando la basura, olvidados por alguien, viviendo o sobreviviendo bajo su propia ley, libres y naturales, nunca sintéticos ni encerrados, ni condenados o bendecidos a la condición humana, a sentir, a observar, a aprender. Ella mira los perros. Sale la luna, con las primeras estrellas, cuál quimera del sol, cual pionera del firmamento, cual gobernadora de la noche, está llena, quizá alegre, quizá triste, quizá pensativa, despertando del hermoso atardecer. Él mira la luna. La temperatura baja. El suelo suelta su calor. El cielo se adormece para de nuevo despertar. Las nubes se alían a la danza del oscurecimiento. Llega la noche, aún con cielo claro, quizá qué hora es. Este es el instante hermoso, en que está lo más oscuro posible antes de que la urbanidad nocturna empiece con su naranjo malicioso. Pero aún el sol no se rinde. Quizá comienza a subir nuevamente. Ella vive el instante. Él piensa que todo es energía y que está todo conectado. Ella también. Él la mira. Ella lo mira. Se miran. Sí, se detiene el tiempo y todo eso. Alrededor de ellos se oculta el sol, el viento sopla y mueve las hojas, el pasto acaricia sus pies, las nubes se ponen oscuras, las piedras están en el camino, los pinos hacen sombra, los niños gritan y juegan, los perros escarban la basura, sale la luna y las estrellas, está todo conectado, la energía fluye... El instante... El instante se va. Todo se va. Sigue su curso. Los niños se van y finalmente llega la noche. Los perros buscan refugio. La ciudad se tiñe de naranjo malicioso. Sale la luna y sus estrellas. Se va todo. Sigue. Pero no, nunca se detiene.

A Lucas

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