Literatura Frikeada

I.
Ocho y cuarto. Nadie en la calle. El frío va apoderándose de mí, poco a poco. Ni siquiera ha salido el sol, pero, amenazante, comienza a cambiar el azul profundo a un azul más superficial, más claro. Algo más tibio va poniéndose el viento. No sopla con fuerza, hoy no. La cantidad necesaria de agresividad se logra con ayuda del mp3, digno de aún no dar de baja. La tapa se sale, la pantalla está quebrada, pero todavía logra elevarme hasta el cielo cuando lo deseo. Y hoy lo deseo.

"Resistencia"

Al llegar a la carretera, la sensación de los pies me cuenta cosas así como si supiesen a lo que se van a enfrentar. Un precalentamiento progresivo, algo mecánico, por reflejo. Un reflejo innato, como el que pasa al respirar onda y rápidamente cuando el agua más helada que nosotros baña nuestras espaldas. Los camiones pasan, uno, dos, impersonales, sistemáticos, tres, cuatro, olvidadizos, inoportunos, cinco y seis, agresivos y acelerados. Las líneas en la carretera son de esas que están con la pintura recientemente puesta, media elevadas, con propia superficie, capaz de botarte o hacerte una zancadilla si no se está alerta. Debe estarse despierto a esta hora, es tan fácil caer. Pero es difícil, no se ha tomado desayuno y es una de las primeras veces que hago esto, salir a esta hora y con éste propósito. Hoy hay más de uno. Hoy será un día distinto.
Como sea, al comenzar lentamente el trabajo de supervivencia a la tensión y a la prueba máxima de resistencia, el cuerpo responde en tres etapas distintas. La primera, a la perfección, el viento mueve tu cabello, tus brazos son perfectamente coordinados a tus piernas, tu visión es más nítida que nunca. La segunda, te agotas, te tropiezas solo, hay una fuerza misteriosa que te impulsa hacia abajo, la respiración te aqueja en la cabeza y en la coordinación, tus pulmones parecieran estar a punto de quebrar huesos para poder inflarse más. Si haces caso omiso a esto, llega la tercera, deja de sentirse todo lo anterior, o te acostumbras o de verdad ya no lo sientes. Comienza la Resistencia, en ese momento te evalúas a tí mismo, sacas el mamífero primitivo del interior tuyo, que corre como malo de la cabeza, sobreviviendo, sin sentir dolor o cansancio, sin sentimientos. Pero de todas formas hay un final. La visión comienza a hacerse borrosa y sientes la garganta más helada que de costumbre. Un punto bajo el corazón comienza a tragar todo tu ser, cuál agujero negro. Pero lo llevo bien. Lo llevo muy bien. Voy volando por la carretera a 25 km/h, conducido por notas de metal progresivo que se alojan en mis oídos. Los martillos reciben todo lo que pueden, obedeciendo mi necesidad de volar. De volar, sobre la carretera, sobre el sol, sobre mi mismo, y todo lo que eso incluye. Sobre mi resistencia.

II.
Cinco veinte. La calle sobrepoblada; el sistema en su cúspide de conciencia. Todos despiertos, se mueven uno, dos, impersonales, sistemáticos, tres, cuatro, olvidadizos, inoportunos, cinco y seis, agresivos y acelerados. Puede que esperen, puede que perdonen. Puede que entiendan, puede que compadezcan. Peor es nada. Pero nada de nada es la lluvia y el frío, alguna vez sobre-vistos, obligándonos a todos a sufrir al sol. A todas estas hormigas, cuya fuente natural de energía se comporta como una lupa sobre sus consumidores. Nadie me obligó a estar aquí. Mas, por loca omisión, perdido en la noción, sin esperar y sin razón, mi naturaleza sintética me obliga a presentarme, periódicamente, divagando y vagando sobre la dualidad, sobre el triángulo y sobre las diez dimensiones. Alfa, beta, gamma, epsilon. Pink Floyd, Dream Theater, Tool. Guitarra, teclados, batería. Agua, fuego, tierra, aire. Uno, uno, dos, tres, cinco, ocho, trece. Veintiuno. Aquí, cualquier cosa es pasto para la filosofía, o neo-filosofía, donde nadie nos enseñó, nadie nos quiere escuchar, nadie nos pesca. Pero una vez en el cielo, todos van a querer volar. Ahí los quiero ver.
Claro, existen frases yuxtapuestas a la miseria filosófica, frases como "la crisis de la realidad" o "quimera de mis ojos abiertos y el instinto asesino", pero no existen hoy, o se dan por sobreentendidas. Se desvanecen las ansias como y con el humo. Maldita ciudad humeante. Maldito tráfico. "El músculo cuelga como recuerdo en los museos". Ya lejos, al fin se vuela una vez más. La Resistencia contempla, mirándo, tranquila o quizá impaciente. Quizá ni mira. No tiene ojos. Las cabezas de serpiente salen de los árboles que pasamos a dejar. Cinco treinta y cuatro.

III.
Ya nada importa. Así no se puede continuar, con un balde y una maldita cola, ay, maldita cola que todo lo arrastras al suelo y lo pones en pedazos. No sirve adornar nada con flores. Es así, sólo eso y nada más. Ya nada importa. Los papeles caen de colores de plata, pero en realidad no la son. Ojos e intestinos volarían si lo fueran. Es azul igual que el cielo arriba del cielo. ¿La estratosfera? Ya nada importa. La gente necesita de otro cobertor para sus vidas. Esas malditas desdichas ya están atrás. Ya nada importa
Nueve cuarenta y cinco. La dualidad en su presencia, está sentada frente a la Resistencia. Sería un triángulo perfecto, pero el cuadrado se impone por la entropía. Que el sol se oculte, que yo esté perfectamente relajado, que estemos alejados de la gente y todo el sistemático hormiguero (pavimentado), que las hojas reemplacen a los autos, las piedras a las hormigas, y el viento semi-riverino a la tétrica impersonalidad calurosa, no es más que una posibilidad echada al azar por la entropía. El viento juega con las hojas, hemos viajado hasta aquí, contemplando junto a los árboles, la crisis de la realidad. Estamos, una vez más, aquí. Un lugar donde podemos huír de la realidad no elegida, un mundo solitario y amargo, ácido y relajante, excitante, la entrada de la irracionalidad plena. Comienza el fin del dolor. Pero si no hay dolor, qué es lo que terminará...

IV.
Una, una, dos, tres, 5, ocho, 13, veintiuno, treinta y cuatro en punto. El cielo juega con el suelo y con el viento. El sol se fue pero para eso está el alumbrado público. Colores, la fuente del poder, poder ido, poder fuera de sí, poder yuxtapuesto, lozano. Está todo, pero aparte del todo, no hay nada más. Claro, el universo es demasiado grande para vivirlo en un solo día, para qué nos esforzamos. Para qué existe entonces, la Resistencia, si se debe dejar de lado en algún momento, si es "bueno", entre comillas, que la dejemos ir, que la dejemos ser, y que no nos veamos obligados a sobrevivir, a huir del depredador, a huir del depredador y huir del depredador. Ella me gusta, pero no me gusta, la odio. La odio pero es quimera de mi existencia. Y otra vez vamos hablando de ella, vamos perdiendonos en la racionalidad. Como una "i griega" (Y) gigante, nos vamos unos por la realidad y otros por la irracionalidad, por la vida o por la muerte. O nos dividimos todos en dos y cada mitad se va por un lado de la dualidad. Y la entropía somos nosotros esta vez, dentro de la prisión de vidrio, encapsulados como Jonesy cuando el alien lo había poseído.Uno, dos, impersonales, sistemáticos, tres, cuatro, olvidadizos, inoportunos, cinco y seis, agresivos y acelerados. "La crisis de la realidad" o "quimera de mis ojos abiertos y el instinto asesino". Prisión... Ya... (maullido) (Ladrido) (Pasos sobre piedras) (Vidrio) Ya... Hlñasdas ios(df)hsakdf oiweyfhsdj jkashnasdjfka 68413541 asdjkfsad25734 jaskdfhbasdf jsdkfhasndfjasd____lkajsdhfhsdfns fnñsad.

V.
Ocho y cuarto. Nadie en la calle. El frío va apoderándose de mí, poco a poco. Ni siquiera ha salido el sol, pero, amenazante, comienza a cambiar el azul profundo a un azul más superficial, más claro. Algo más tibio va poniéndose el viento. No sopla con fuerza, hoy no. La cantidad necesaria de agresividad se logra con ayuda del mp3, digno de aún no dar de baja. La tapa se sale, la pantalla está quebrada, pero todavía logra elevarme hasta el cielo cuando lo deseo. Y hoy, una vez más lo deseo. Llévatelo lejos, empújalo más allá del mar. Porque lo que había para mí, ya está aquí y no necesito más.

Comentarios