Literatura Frikeada


"Créditos..."

Las luces están encendidas. El aplauso inicial se detiene. El silencio y cuánta expectación más. Las bocas abiertas, calladas, como el respiro antes de hundirse en el agua. Incluso han dejado de llover esas gotas gruesas que caían sobre el techo del gimnasio. Sólo el escenario, iluminado. Nos miramos entre mis compañeros, mi hermano en medio, y uno cuenta, el que tiene más experiencia en esto, cuenta: uno, dos, y...

Todo comenzó un día caluroso como la temperatura del infierno debe ser. Yo había terminado de recibir el bombardeo de información diario, y, negándome a quedarme a cocinarme en casa, decidí hacerlo en pleno centro, a plena luz del día. Margaritas en el pasto. El pasto no es como el cemento, no devuelve el calor del sol. El pasto lo acepta todo, la temperatura, la lluvia, las una y otra experiencias que balbueceamos al aire, confundidos, compitiéndo por cuál de todas tiene más sentimiento. La malegría es evidente. Y el cielo de pronto estalla en naranjo. Ya, si claro estaba... Siempre lo estuvo...

Yo nada más cierro los ojos una última vez antes de dar el primer rasgeo, con esa uñeta verde que me regalaron. Ojalá que no se me resbale. Pienso en la nota que debería sonar, y agradezco a la entropía que ha sonado igual. Zélig me ha acompañado con lluvia y sin ella, y ahora tampoco falla. La voz comienza. También sale bien. Ahora la cuestión es repetirlo...

La otra vez llovió y también hizo frío. Cuando llegó, el pasillo quedó lleno de manzanos en flor, creciendo en medio de los espejos. Las retinas se odiaron, se insultaron, pero nada se llevó a las palabras. Estábamos ocupados, por eso el corazón no se vengó. Las goteras caían sobre la madera, los pies se cansaban de estar de pie, el hambre burbujeaba en el estómago. Nada fuera de lo común. Y comenzó la danza de las semicorcheas. Las armónicas siluetas se incendiaron como salitre, en un fuego verde y soltando mariposas amarillas. Las manos se salieron de todos, y luego los dedos, y el suelo quedó invadido por pequeños deditos jugando a ser caballos de carrera...

Uno a uno voy mirando los ojos de los que nos escuchan. Vaya, está resultando bien. La primera canción termina. Ha pasado lento. La segunda empieza sin piedad y me equivoco en un acorde. Rayos. Pasa desapercibido, pero igual me culpo y me castigo de por qué y por qué. Ya no tiene caso. Creo que nadie se ha dado cuenta. Pero mis compañeros sí y me miran como "no te preocupes", "no pasa nada" y cosas por el estilo. Cosas que pasan. Cuando uno se equivoca vé qué tan bueno es. En la rapidez en que se rehabilita, en que se corrige. En que se perdona a sí mismo y así puede al fin seguir con su vida. Pasa su tiempo, eso es cierto. Ensaya demasiado, pero el momento igual llega y de todas formas se está nervioso, desprevenido. Es natural. Ahí comienza a funcionar eso de la resistencia. A ver... Zélig se desafina. Es la segunda. No, es la cuarta. Sí, es la cuarta. La más nueva de todas...

Y la primera pelea vino. La ví venir, y me quedé en su riel, con los pies congelados, sin poderme mover. Algo de voluntad igual tuvo. Por desgracia, el tren me arrolló a mí y a los que estaban ahí, boquiabiertos de cómo podía yo tener esas sombras encerradas en el alma. Salieron todas y ahorcaron a todos, echándolos del puente hacia abajo, un lunes tan caluroso como la temperatura del infierno debe ser. Yo había terminado de recibir el impacto del tren y dije que suicidarse ahora sería algo sumamente estúpido. También tenía curiosidad de saber cómo terminaría todo esto. Y llegué a casa ya de noche. Estaban todos llorando y expectantes. Las flores habían fallecido. Mi madre llorando en el suelo. Mi padre junto a ella. Yo, estupefacto, pensé en mil y una cosas, tan rápido, que me sobrecargué y luego no pensé en nada más, sólo abracé a mi madre y lloré con ella, preguntándome qué se sentiría perder a un abuelo que en realidad halla conocido tan sólo un poco más...

Al término de la canción, afino lo más rápido que puedo la desdichada cuerda. Me paso, pero luego logro el perfecto Re. Comienza ya la canción lenta, esa en que uno de nosotros tocaba la guitarra acústica y yo lo acompañaba una que otra vez. Mi aporte, jaja. Podría improvisar... No, ya no, ya no lo hice. La letra, ahora entiendo por qué algunos lloraban cuando la escuchaban. Claro, las minas se derretían por la canción. Tenía unas notas bien difíciles, pero nuestro guitarrísta lo podía manejar. Eso es lo que pasa con la gente de Conservatorio, son tan automáticos para todo, pareciera que no sienten con el corazón lo que tocan. La luz decae lentamente, bajo un cielo estrellado de iris mirándonos y bocas enfocadas en nosotros...

Después nos encontramos en la costanera. Ya habían pasado mil horas de reflección, lejos, unos 500 kilómetros al norte. Y el viaje había quedado en mí. Enterramos por fin todo en una lápida plateada. Llovieron pequeñas esferas azules con alas hermosas, cantando sinfonías de que al fin un capítulo se había cerrado. Dragones volando sobre el río... Volví realizado y contento a casa. Ahí me dijeron lo del concierto, e hicimos un "tracklist" de lo que tocaríamos. Yo andube despierto y alegre el día, al fin no tenía ese yunque en el alma, que tanto quise eliminar. Pero había algo detrás de todo, un secreto oscuro que hasta a mí mismo me lo negué. Un afán de propiedad, de defender lo mío, en contra de mi conciencia. De odiar al otro, de ser egoísta, de tomar lo mío y largarme de ahí. Y tambien otra cosa, la iluminación que antes sentía se había desvanecido. Ángeles volando dentro de mí corazón. Algo que desde esa vez jamás volví a sentir. Me puse triste y alegre al mismo tiempo. Había matado lo malo, con una bomba atómica que tambien había reducido a cenizas lo bueno... No me sentí iluminado en un buen tiempo...

Termina el show, y todos aplauden. ¿Por protocolo, porque deben aplaudir para que no se vea mal? ¿O en realidad les ha gustado? Bueno, al menos fue "algo". Salimos del enfoque de las luces, el presentador anuciando otro grupo. Nos sentamos, nos reímos, guardamos los instrumentos. Volvemos a las mesas, nos sentamos junto a las velitas iluminadas, en esas mesas que estaban cerca de las escaleras. Este colegio era bien raro, habían escaleras al lado del gimnasio, y las salas estaban al lado nada más. Distinto. Por qué lo distinto tiene que ser raro, y por qué decir "raro" tiene que ser tan despectivo. Mejor decir "diferente", un eufemísmo más, pero merece la pena emplearlo. Y llegan las risas exteriores. Se sienten como esos gatos "cheshire", molestando a Alicia, cuando estaba perdida en el camino amarillo. Camino que luego borraba el perro con la cola de escoba. Y daba al sombrerero loco. Y Alicia se perdía en medio de un bosque frondoso. Al final de esa película se repetía todo lo que había pasado a lo largo de la historia, que era bastante raro y psicodélico, diferente y lleno de colores. Y después nada de eso pasó, era un mal sueño. Hasta el "rabbit hole" era un sueño. Maldito conejo...

íbamos caminando en medio de la noche, algo bastante cotidiano ya en ese entonces. Nuestras sombras eran siluetas negras, como de personajes desconocidos, perdiéndose en medio del concreto anaranjado y el pavimento cítrico, del pasto que alguna vez del día fue verde. Aún tibio. Los días de verano era imposible pasarlos en casa. Uno sale y... Pasa eso de que cuando descubre una forma de pasar el día, como buscando la manera de sobrevivir en él, se hace "adicto" a buscar nuevas experiencias perdidas en medio de la noche. Y esa era una más. Nada más. Éramos cuatro, según contaban mis ojos ya no restringidos, si es que estos cristales cóncavos no mentían, y si es que esto no era un "show de Truman". -Una vez soñé- dijo alguién- que una niña aparecía en el espejo. Siempre apareció, en uno y otro sueño, hartas veces. Hasta que comencé a verla en la vida real. Una vez me tomó la mano y salí al patio de mi casa, durmiendo. La niña de mi propio sueño no se había hecho realidad, pero el viaje, lo que sentí durante el viaje, e incluso sus marcas en mis manos eran perfectamente reales. "Es que lo que pasa, es que entre tanta y tanta ilusión, como nos convencemos y nos sugestionamos de que es así, olvidándo detalles derrepente. A veces, uno de esos detalles es que era un sueño y es ahí cuando se hace realidad". -¡Ay! el po... el soñador- "Es que no puedo, aún, despues de tanta fórmula matemática, tanto estudia de ciencia, tantas experiencias y comentarios, conversaciones vanas y varias, comprobar, tan solo un indicio, de que esto es real". -No, no se puede...-

De pronto nos cayó un globo rojo. Un amigo lo tomó y lo lanzó hacia arriba, al balcón del segundo piso. Cayó nuevamente, con un mensaje de amor. Mi amigo lo leyó, besó el globo y lo lanzó hacia arriba de nuevo, donde habían mil manos esperando el preciado plástico inflado con unas 20 o 30 bocanadas de aire. Pero el globo salió, por efecto del viento, hacia el noroeste, aterrizándo sobre una gran fuente con algo líquido, y al parecer, alcohólico. Mi amigo se lanzó sobre la mesa, tomándo el globo. Todos y cada uno de los presentes de espantaron al ver pies sobre el mantel antes blanco, que saltaron con cautelo y paciencia a la próxima mesa, bajo los gritos de auxilio de más y más presentes. Los pies cayeron sobre el suelo y ahora corrían junto al escenario, donde el único guitarrísta miraba enfurecido cómo un sujeto con un globo sumido en navegado se robaba su show. El sujeto arrancó por las escaleras, tomó apresuradamente la mano de una de sus admiradoras del balcón, dejándo a las demás desconcertadas y desapareció con ella en la infinidad de los pasillos. Todos reíamos sin parar, pero el show continuaba aburridamente...

Una de las tantas veces que salí, volví a casa triste. No estaba enfermo, ni con sueño, ni me dolía nada. Tenía techo, dónde dormir, gente que me preguntaba qué me pasaba. No quería responderles, pero quería salir de esa tristeza. Estaba triste porque estaba sentado en una cama de una forma que no quería estar, respirando un aire que no quería respirar. Con esa melodía en la cabeza que no quería tener, ese cáncer, consumiéndome, carcomiéndome, rostizándome, pero invisible a los ojos, esa sombra que no quería tener. Me acosté. Me dí vueltas. Encendí la luz. Leí un poco. Apagué la luz. La sombra aún no se iba. Qué rayos... Jamás lo descubrí. Qué alegría si se fueran todas las sombras de una vez. Esa tristeza que destiñe mis colores, mi arcoiris. Cómo me gustaría que mis cuentos se hicieran realidad. Que cierre los ojos y viaje hasta ese supuesto objetivo al que mi corazón me dice que vaya, esa incógnita que desconozco. O que quizás me suba a un taxi y choque, y muera y se termine toda la pesadilla de una vez por todas. Esa "x" en la ecuación. El margen de error. La posibilidad que no se borra. Tambien, que me convierta en árbol, que llegue ese ángel dorado de una vez y me lleve al paraíso. Que lluevan esos papeles de colores. Pero no. No se va esta sombra...

Pedimos comida y seguimos conversando. Tocamos temas agudos graves y esdrújulos, tambien sobreesdrújulos. Los sumamos, los multiplicamos, sacamos sus razones y estadísticas, donde me alejé un poco, recordando lo que había vivido, en el momento justo cuando sonaba esa canción que me hacía recordar tanto. Una servilleta se me cayó. Comenzó a pesar el yunque en mi corazón de nuevo. La servilleta caía lentamente. Él árbol se fue, disecando poco a poco. La servilleta cayó, bajo la mirada de un ser marchito, con las tinieblas goteando lágrimas de plata de sus ojos. Una o dos. Lo suficiente para tener que fingir y mirar hacia otro lado. Para incomodarme. Para querer bajar a las profundidades del infierno y quemarse en toda su plenitud, y volver rostizado y sin alma a una caverna oscura, donde me encuentren años después como un fósil abrazando un pedazo de madera con las palabras "Elegí ésto". Porque no queda nada para mí. Miro alrededor a todos. Está todo bien. Todos están bien. Agradezco a Dios. Pero sigo queriendo morir. Porque estoy solo. Porque nadie piensa ahora en mí. Nadie quiere subir a esa nave de música y asientos de cine, a recorrer los universos de antimateria. Son sólo cosas para mis ojos. Míos y de nadie más. Único en mi especie, me extinguiré así...


Y de pronto llegas tú. Tarde. Pero no demasiado tarde. Mirando a todos lados y llevándote, triste, una mano a la boca al saber que ya tocamos. Miras las velas encendidas de las diferentes mesas. Te miro, comenzando a filmar en mi mente todo lo qu pasa y eligiendo el ángulo que yo quiero. Por qué haré esto. Me ves. Caminas en medio de la gente, hay un grupo que quiere salir. Qué te diré, qué te diré. No quiero que sepas de nada. Este es el fin. No, no vengas por mí. En medio de la gente, sólo veo el brillo de tus ojos, llegándo ese par de estrellas hasta mí. Me quedo aquí. Con miedo de qué pasará después. ¿Podría esto volverse, acaso, más malo aún? ¿Podría yo tan solo desaparecer?
Llegas. Miras. Miro. Reflejas. Me desconozco. No, así no. Esto no se acaba aquí. Dios, no se acaba aquí. Espera un minuto. Ese no soy yo. Llegué hasta aquí, rayos, y el concierto salió bien, sí salió bien. Estoy bien y tu igual lo estás. Y si, quiero luchar, salir adelante como hasta aquí lo he hecho. Y si estas tu aquí, entonces he salido bien, ¿no? Aún estoy vivo. Claro, estoy solo, pero si soy así de solo, algo tengo que aportar al mundo, ¿no?
Y todo se inunda de agua. Todos los cubiertos y los platos son arrastrados, unos con otros, rompiéndose. Y aquí, bajo el agua, todo se detiene. Y cuántos globos rojos. Y todos podemos respirar, mira. Y salen estos dragones dorados, y esferas azules cantando hermosas sinfonías. Y este es el universo de antimateria. Y ésta es la nave de música y asientos de cine. Y éstas son las galaxias verdes, y naranjas, lo que hay detrás de los párpados, todo conjugado, todo unido, yuxtapuesto, en éste eje simétrico tan perfectamente alineado. Y los colores dan vueltas y vueltas. Y las estrellas titilan. Todo alineado, todo, desaparecen los yunques, el cáncer, las sombras se llenan de estrellas. Y la "x" se vuelve nada. La calma llega...
Y estoy sentado y tu preguntándome. Preguntándome y yo saliendo de la caverna a ver la luz de las velas encendidas. Encendidas y expectantes a ver lo que pasa despues. Despues recojes la servilleta y te sientas en esa silla, y te interesa todo lo que nos ha pasado. Pasado es futuro y el presente, pasado, rojo es verde y azul, amarillo. Do es fa y mi es re. La tristeza es felicidad y el cáncer, esperanza. Y todo se vuelve a calmar, todo se termina, la conversación, la tarde, la canción, el concierto. Y tambien termino de filmar la película en mi mente.

Créditos...

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