El gato

-¿Qué creis que debería hacer?
-Bah... cómo voy a saberlo yo? Se me hace agua la boca por darte ideas estúpidas que no vas a hacer...
-Pero dime algo al menos!
-¿Y me harías caso si te dijera algo?
-No sé... Supongo. Estoy desesperado.

No tengo ni la menor idea de qué mierda decirte. O sea, te conozco demasiado. Eso, a pesar de que es ventaja, me es desventaja. Cómo decirte que de veras sería bueno que te quedaras y dejaras que la mina esta se vaya. No me harías caso. Nunca me hiciste caso. Nunca me tomaste en serio, de hecho...

Yo, en todo caso, no soy un tipo para tomar en serio. De hecho impulsé yo la doctrina del alachuchísmo. No sé... en un comienzo era por jugar con todos. Como cabro chico. Despues le argumenté el hecho de que sería bueno salvarlos de su sistematización culeada neoliberal, occidental, civilizada, y otras mierdas para que sean nada más que más felices. Porque de un día para otro dejaron de sonreír. Y yo empezé mi plan, cada vez más maquiavélico por "liberar sus mentes".

No era cosa compleja, era bastante simple la verdad. Tomar vino cuando no era la hora, decir algo cuando todos callaban, tirar la talla por ahí. Cosas medias espontáneas tambien. Como cuando íbamos hablando en el mall una vez, en el segundo piso y llegamos a la conclusión de que el sistema era una verdadera mierda y nos daba todo asco, y mientras hacía gestos para intentar vomitar, me arrojé a la locura y me lancé casi cinco metros desde el segundo piso y me saqué una rodilla, me rompí la clavículo y un brazo, aparte de un TEC abierto bastante divertido. Desde ahí que no pude levantar el brazo izquiero más arriba del hombro. Tenía como tornillos... Entonces, si alguna vez me quedo en una isla perdida por ahí, no voy a poder hacer señas a algún helicóptero rescatísta, porque no voy a poder levantar ambos brazos. No, levantar el derecho no sirve. Creerán que es chacota, que los estoy saludando, no que me muero de hambre y necesito volver a la ciudad, al internet, a mi cama, a mi casa, a mi botillería favorita.

Responder entonces a esa pregunta reduce mis probabilidades de certeza. O de consecuencia. Sabías que podía decirte cualquier blasfemia. Te arriesgas, entonces. Entonces no entendiste nada. Te digo una estupidez y hacemos lo mismo de siempre? Te tengo cariño despues de todo, y quiero seguir hueviando, así que mejor indago en alguna respuesta más sútil a "deja que se vaya la perrita". Además, el lunes vamos a grabar el disco, entonces sería mejor no llegar peleados al estudio.

Ah! Tambien eso. Tenemos una banda. Qué quieren, que me quede en casa callado cuando puedo tocar el teclado? Además, el hijo de puta suena fuerte. Y bien. O yo toco bien. Nunca he creído que toco bien. Nada más toco. Hago las letras. Improviso. Evoluciono. Creo... O no creo, tambien. Dios. Me salen lindas las cagás de letras. Eso dicen. Las perras las cantan, y algunos las cabecean y las corean. No salen en la radio, pero mierda que me vale.

Vivo con este sujeto y la mina de este sujeto. No, yo no estoy pololeando. Me da paja. Todo me da paja en realidad. Bueno, cuando tenga alguna curiosidad que me sobrepase me enamoraré de alguien otra vez, vale? Estuve. Pero no, soy muy loco. Llegué curado a la casa una noche y me empezaron a hacer preguntas. Me tiraron hasta platos. Yo ni de mi culo sabía. Según me contaron, traté de golpearla. ¿Seré muy violento? Siempre fui así. Nunca he cambiado. Es que... siento demasiadas cosas todo el tiempo. Es la curiosidad, me dijo alguien. Suelo tocar el teclado en la mañana antes del almuerzo, porque hace años que no desayuno. Con audífonos, el computador conectado, volada máxima. Una vez estuve como 20 horas seguidas... Pero descubrí que mis audífonos grandes les daban ventajas a los otros convivientes de la casa. Una vez quise tomar el cenicero que se me había quedado en el estante, y mientras caminaba me olvidé que los audífonos, como dios los inventó, tienen un cable que no es infinito, sino que se limita a unas cuantas decenas de centímetros. El jack se disparó, y como no había demos, ni pistas, ni sustains, no se escuchó nada. Me saqué los audífonos un tanto asustado, casi corriendo a desactivar el sonido del PC, suponiendo que el volumen subiria como de golpe en estallido para el ambiente. Pero no sonó nada, obviamente. Y escuché al sujeto este y su mina, en la ducha, metiendo ruidos de sexo. Más de la sonrisa que esbocé y el poco interés relativo, me salió la famosa curiosidad, esa misma que hace al gato negro cruzarse supersticiosamente frente a algún imbécil. Así que una vez que estabamos harta gente en la casa les pregunté abiertamente. Claro que no me respondieron. Así que los drogué a los 2. Tuve la sensación de diversión, y la curiosidad creció. Le pregunté a solas a mi amigo. Dijo que era algo que tenía que sentir, que cómo mierda nunca lo había sentido. Dije que sí, pero la cosa era la nueva curiosidad. Ya no era el pendejo de antes. Entonces hice esas cosas que nunca hago, y comencé a besarlo hasta el punto en que la gracia de la droga me permite olvidar. Al otro día seguí con la mitad de la duda. Y el carrete se repitió, pero hice lo mismo con su mina. Tampoco me respondió, al menos no lo que yo quería. Y que de hecho me podía decir, perfectamente, pero la gente no sabe hablar. No hace buen uso de la palabra, que tan bonita que queda en un poema. Entonces, claro, me metí con ella. No conforme con el asunto, en otro carrete, entré a propósito con la mina al baño mientras estaba mi amigo. Los metí a los dos a la maldita ducha, y me quedé dispuesto a ver la acción. Aún no me conformaba. Me aburrí y me saqué la ropa y me uní, haciendo por razones matemáticas entonces, un trío. Al otro día al fin pude sentir al gato como un zombie mutante.

No sentíamos una atracción física mi amigo y yo. Pero si pasaba algo, era como normal. No tiene sentido cuando nada más se lee, pero en el acto sí lo tiene. Una imagen podrá decir muchas mil palabras, pero el acto lo dice todo. Ni la descripción, ni la prescripción, ni el análisis. Entonces una vez, despues de un concierto privado para el cumpleaños de alguien, se armó como una especie de orgía. Ya, a eso no le encontre mucho sentido. Pero entre nosotros, en privado, la banda nada más y alguna que otra loquilla invitada, o alguna dama de servicio en ejercicio de su oficio, la cosa sí agarró más sentido y el acto sirvió como explicación. Ahí pasó algo. La banda se hizo mejor. Grabamos un disco. Nos contrataron como banda estable en un bar. Y yo, lo disfrutaba. Dos sujetos se agarran a combos y todos corren por separarlos. No estoy de acuerdo. Déjenlos pelear, a uno que se desquite y al otro que aprenda a defenderse. No me refiero a que se maten, ya ahí creo que hasta yo intervengo. Y uno contra uno, claro. Pero todos evitan conflicto. Evitan roces, evitan combos, pero es lo único que quieren, sueñan con romper el equilibrio. Hijos de puta, débiles todos. Supongo que es porque soy chico. Me falta, dirían mis padres, si supieran que alguien muy lejano a su hijo y a toda su familia cuenta este tipo de relatos. Soy la oveja negra. Mefisto. John Frusciante, tocándo "Dying Song". Andrew Largeman, en Garden State. Algún inglesito, suicidándose.

En mi habitación, una vez de esas en que pololeaba, tomé la grabadora y comencé a hacer mi manifiesto. A maldecir todo. Que dios no existe, que yo soy dios y que tú eres dios. Que el arte se está pervirtiendo y vendiendo. Que algunos mueren de hambre y otros comen con tenedor de oro. Que el planeta caga mientras nosotros vemos tele y tele y tele. Vamos al banco, al cine, al supermercado, al mall, y si se corta la luz cagamos todos. Mi polola se acostó a escucharme con atención y una botella de brandy. La miré extrañado. Lo extraño no era su atención, ni su falta absoluta de ropa. Era el puto brandy. Dónde lo había comprado, dónde lo vendían a esa hora, con quíen fue -porque tambien soy inútilmente celoso-, de dónde sacó plata. Seguí hablando y ella empezó una especie de ritual íntimo, porque se escuchaban mini-orgasmos en toda la cinta. Yo hablaba y me faltaba el aire, la saliva, el respeto, y demás cosas que son vitales pero se corrompen con vicios como el cigarro, el alcohol y la imitación constante de súper taldo. Se me acabó, por supuesto, la cinta. Había cumplido 2 horas hablandole a la nada. A las paredes, creo. O al super-yo que escucharía la grabación algún día. Tiré el puto aparato por la ventana, enfurecido de lo finito de su cinta, apostando a que sobreviviría al golpe por razones de dureza de material. Mi polola me rugió a que saltara sobre ella. Le dije que cómo, que estaba hablando, que no tenía excitación ni en la sección XXX de mi cabeza. Y lloró y lloró hasta que mi casa derrumbó, tiré las sábanas a la mierda y la ví desnuda. Algo pude hacer, según, tambien, o deberia decir por supuesto, no, creo que según estaba bien, algo pude hacer, según me lo recita mi memoria, frente a la excitación, a la cinta arrojada, al brandy y las ideas pseudo-político-filosóficas que acababa de chcuhetear 2 horas.

Eso me hacía querer mi ambiente. Y a mi amigo. Y su ex no valía mucho la pena.

-Deberías quedarte. La verdad, quiero decirte algo sensato alguna vez en mi vida. No quiero perderte. Estamos de lo mejor. Además a tí no te gusta tanto, sino no la habrías engañado. No seai mentiroso, ahueonao.
-...
-Sip, a veces conocer mucho a la gente es malo.

Dicho esto, me levanto y corro hacia la mesa. Salto y caigo de guata en todos los vasos y las botellas. Un cenicero salta en mi cara y trago cenizas. Esta es mi puta casa. Yo hago lo que quiero.

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