Ancestro

El sol me da su aliento y me levanto de mi lecho para caminar y recoger las hojas que no quieren ser primavera. Los viejos ancestros de esta tierra se me presentan justo cuando es ese momento, en que el sol toca la tierra y un millón de esporas llegan hasta mí. Yo no los conozco, y no recuerdo sus nombres cuando me los dicen, hablando en lenguas muertas que no son más que colores. Las esporas se transforman en gente y vienen hasta mí, tocan mis guitarras y vuelan por entre los árboles. Un millón de gritos al amanecer es lo que escucho, un rebote de las plegarias hacia el creador que escucho y que siento todos los días. Los viejos ancestros me aconsejan de eso, pero no entiendo porque hablan en lenguas muertas que no son más que colores. Mi corazón se acelera antes del primer contacto con la luz del sol y todos los colores, siento una presión en mi pecho y llevo la carne que me hace real hacia afuera, a la luz. Estoy hecho de sangre, porque a veces hiervo y a veces me congelo. Con la vista hecha al cielo, busco que se abra el espiral del cielo cuando me tiendo sobre la arena caliente. Las ondas electromagnéticas vienen de los viejos ancestros, pero no entiendo, porque hablan en lenguas muertas que no son más que colores.

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