El Tripi (ida y vuelta)

Parte I. "El fin del mundo".

El comienzo será en el final del mundo, irónico, no? Era diciembre del 2010, y un día mi mejor amigo (que también me gustaba :3) me dijo que quería que yo viera su hogar con mis propios ojos. Que no me iba a arrepentir. Que necesitaba 120 lucas y con eso la hacía. Entonces yo tiré datos y CVs para todos lados, y me volví en un clásico "joven laboral y emprendedor", de esos que suben las cifras a favor en las encuestas que nadie sabe que existen pero de pronto aparecen. Trabajé para el Diario Austral, repartiendo y vendiendo papel, y toreando autos. No era para nada buena la paga pero era lo que había ya que todos los otros CVs que tiré fueron para cortar árboles y juntar basura y nada más.
Junté las lucas, también pedí apoyo paternal, y un día me aventuré al centro y compré un pasaje, ida y vuelta, desde Puerto Montt a Punta Arenas, como a las 6.30 de la mañana la ida, y no me acuerdo a qué hora el regreso, pero era casi un mes después. El pasaje salió 82 lucas porque lo compré en temporada alta (la cagué pero ya está hecho), y aún conservo el comprobante, porque soy de esas personas que juntan cachivaches sin ningún sentido en particular.
Me dan miedo los aviones. Me dan claustrofobia y una sensación de que voy a morir de un infarto o algo así. Mientras el avión subía, me aferré a los brazos de mis dos amigos, que me sentaron al medio de los dos porque yo tenía toda la pinta de que me iba a aterrar.

 El Estrecho de Magallanes da una fría sensación de estar, en efecto, en el fin del mundo. Aunque no lo sea en realidad, pero es "el hito". Ese día me acuerdo que fuimos a la zona franca y compramos un montón de porquerías. Yo, por supuesto, gasté una nada de mi presupuesto.
Un efecto raro del sol, creo que es por la latitud, da la impresión de que atardece y amanece al mismo tiempo.

Con el primer objetivo cumplido, nos encaminamos a Puerto Natales, cuya visita era la razón del viaje (entre un montón de otras cosas). Yo, en ese momento, nunca había visto el desierto, aunque el auténtico desierto lo vería 2 años después. Entonces nunca había visto el horizonte tan lineal en la tierra como en el agua, esa eternidad del espacio, un espacio visible y más real que el mar.



Lo que pensé automáticamente fue en la perdición, el "Empampado Riquelme" de Vasconcellos, en el milodón, y en las cacerías que hacían los colonos por estos lados, las cacerías de indígenas, que terminaron en genocidio total. Pensé eso. Lo confieso.

Y bueno, llegamos finalmente, en tiempo fue como 3 horas, y yo me fui encerrado en mi burbuja musical Pink Floyd. Y como no estaba acostumbrado a que me sacaran de mi hábitat y me convirtiese en un foráneo, fui la timidez hecha persona durante la mayoría del viaje. Ahora que lo pienso, me arrepiento un poco, pude haberle sacado más partido a tantas cosas... Pero ya está hecho. y está bien. Yo tenía miedo, un poco, debo decirlo. Imagínense que el tipo que escribió las cosas depresivas que están abajo fue el que viajó. No yo. No el de ahora. Fue el "yo" penca, el "yo" pre-yo actual, el tipo mañoso que se quejaba por todo y buscaba desesperadamente cualquier cosa a la que aferrarse, sicológica y emocionalmente.

Pero volvamos al viaje. En Natales nos recibió el hermano de mi amigo, y ha sido uno de los personajes que más recuerdo del viaje. Aldo, se llamaba, y era pescador. Yo no había hablado nunca con gente 10 o más años mayor que yo en un tono confidente, entonces me costó caleta comenzar a hablar con él. Creo que no lo logré, no sin alcohol al menos. Al otro día lo conocimos mejor, nos sacó a pasear en su lancha, y fue lo máximo. Después caminamos por la ciudad.


 Esta es la clásica foto "wallpaper".


Si sé que son de días distintos, pasaron tantas cosas entre ellos que es difícil escribirlas aquí sin escribir un libro, y con el poco tiempo que destiné a esto, jeje. Esas veces paseamos con un amigo que conocimos ahí, Eduardo, con el que compartí un millón de cosas, no sólo ahí, sino que conservamos el contacto por facebook, e incluso hasta el día de hoy hablo con él.
Cada vez que nos presentaban a alguien, nos preguntaban si habíamos ido a las Torres del Paine. Todos habían ido. Era el "trending topic" del lugar, y mi amigo dijo que iríamos. Y como deben imaginar, obviamente yo jamás había acampado, no tenía idea de qué tenía que llevar ni qué íba a pasar. Así que me consiguieron equipo (que no llevé), y partimos. A todo esto, la entrada al parque todavía la conservo, jaja.

El viaje es más cuático al Parque, porque la señal de celular (al menos en esos años) se perdía después de un lugar donde había una piedra que le decían "El sillón del Diablo". Yo no la vi porque iba durmiendo, no me pregunten por qué. Cuando el bus se acercaba al lugar, de tanto en tanto aparecían estos tremendos paisajes, como sinopsis de lo que vendría.






Apareciste Guti, premeditadamente jeje.
No recuerdo cuanto duró el ascenso total, pero recuerdo que mi estado físico no estaba tan mal como el de mis amigos, jaja. Tuve que compartir toda el agua que llevé. Iba maravillado, porque el paisaje va cambiando completamente mientras subes. Es como muchos viajes dentro de un viaje. Casi nadie hablaba español. Nos dirigimos a un camping que era de la CONAF. Dejamos las cosas allí y fuimos a ver la base de las Torres.






 Mis pies frente a un acantilado. En este viaje crecí tanto que esas zapatillas me quedaban chicas cuando volví a mi casa, jeje.
Tuvimos suerte de que nos tocó un día soleado. Al otro día llovió caleta. Aquí se me acabó la batería de la cámara, y no saqué más fotos hasta la vuelta. Ese día, en mi cabeza sonaba Kyuss, y cuando me senté frente a ese paisaje, me dije "supiera mi vieja donde ando weiando...".
Al otro dia yo desperté en la carpa como a las 6 am. No pude dormir más. Tenía la experiencia que siempre tiendo a despertar muy temprano, y que después no vuelvo a conciliar el sueño. Así que salí de la carpa y fui a ver el amanecer a las Torres. Ese día estaba nublado, amenazante, pero no había tanto viento ni estaba tan helado. Cuando subí vi las mismas torres cubrirse de nubes, que les llegaban hasta la mitad, y después las mismas nubes avanzaron hasta mí, y me mojaron entero. Sentí la lluvia como una purificación. Fue un momento bastante literario, ahí el viaje cobró el sentido de "viaje". Me sentí limpio, pleno, como un bebé, y cuando me decidí a bajar, dije a la mierda todo, y bajé corriendo, sorteando los acantilados, como una cabra, y llegué en menos de diez minutos al campamento, siendo que me tomó un poco más de media hora subir.

Cuando volví a mi casa, no me dí el tiempo de meditar las cosas. Sentí que el viaje, aparte de ese mañana en las torres, lo consumí como quién consume un producto, un paquete de turismo, algo sintético. Antes de usar el pasaje de regreso, volvimos a Punta Arenas, y de ahí a Puerto Montt. Después, el mismo día, volvimos a Valdivia. No me acuerdo del momento preciso en que volví a mi casa, ni de los días cercanos a ese. Sentí un vacío, que ocupaba los días, como una condena, como una sentencia, hasta que el momento se volviera a repetir. Me llené de mala onda, de sensaciones malas, porque sentía que perdía el tiempo, que la vida que llevaba era estática, tan cotidiana, tan rutinaria, que más que aburrirme, me daba claustrofobia. No medité lo que vi ni lo que sentí hasta que abruptamente un día, se juntaron tantas cosas, que me vi obligado a detenerme. Quise comenzar de nuevo, y estas fotos, estas memorias, se fueron al fondo del baúl. Cuando trato de recordar lo que pasó después del viaje, me abruma la mala onda, sé que vagué en malas decisiones, y tardaría bastante tiempo en recuperarme.

Sería ser deshonesto conmigo mismo si no pongo esta canción, que me lleva directamente a ese viaje, y me hace darme cuenta de que tengo miles de oportunidades de mejorar miles de cosas. Y la melancolía... es sólo por el arte de sentir melancolía.


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