De "El Bombero de La Serena" (Cáp. 3 Parte VIII, en progreso)
Conocí tu
lluvia, y era mucho más potente que la mía. No sabía que un invierno tan
tierno, fuera tan brutal y experimental. Supe que la gente aquí descansaba
frente a trozos de árboles quemándose, y eso era como un ritual. El humo era
una cultura que practicaban, el culto estaba en casi todos los hogares, eran
muy raros los lugares donde no había humo. Pero lejos, un par de kilómetros, un
mar de árboles y una maraña de ríos sobre tu selva esa. Y el aire, purisimo. Y
el tiempo, lentísimo. Lleno de barro, arrastrando cadenas y carretas, el tiempo
pasaba tan lento, que te aburrías. Me daba un poco de lata que estuviéramos
como encerrados todo el tiempo, a mi que me gustaba andarme moviendo de un lado
para otro antes. Me tenías encerrado, pero me tenías muy feliz, muy quieto, muy
calmado, sedado pero con naturaleza pura. Era una meditación constante que
practicaban ustedes allí, gestándose dentro de un huevo casi, esperando su
segundo nacimiento. Podía pasar en cualquier momento, yo estaba seguro, estaba
siempre esperándolo. Volar, contigo, en absolutamente todos los sentidos
posibles. Adentro de tu cabeza habían planes acerca de todo, métodos,
protocolos, historiales, tomabas notas mentales de todo, de cada movimiento que
yo hacía. Me sentía en un cautiverio placentero, me gustaba que me observaras
tanto. Yo no actuaba diferente, me dejaba estudiar por ti, sentía que me
cuidabas, que me conocías absolutamente. Y cuando la lluvia ponía heladas mis
manos, no te las daba, porque las tuyas de seguro estarían más heladas. Eras
cálidamente frío, algo super raro. Éramos como bestias vagando en esos bosques.
Me gustaba verlo así.
A veces
cuando cierro los ojos, estoy de nuevo en el desierto. Me pasa, de verdad estoy
ahí, aunque esté lloviendo aquí, yo cierro mis ojos y mi cuerpo viaja por el
espacio-tiempo y vuelvo al desierto. Es un trance que me sorprende, a veces en
el peor de los momentos. Tú fuiste el único ser humano capaz de entender eso. Yo
lo supe porque a ti te pasaba algo parecido. No sé a qué lugar ibas, o si ibas
a algún lugar en realidad, pero tu conciencia cambiaba. No sé si este es un
flashazo del ácido o algo parecido, pero viajamos, los dos. Bastaba con
mirarte, esa mirada es inconfundible, y en un lenguaje que no es de este mundo
me lograbas avisar que ya no estabas aquí. Me dabas la mano, y la apretabas,
fuerte. Yo tenía que inventar escusas, decir que hemos dormido mal, o que
andamos con caña, no sé, lo que se me ocurriera, te tenía que llevar a un lugar
con árboles, con viento, mostrarte la naturaleza. Cuando a mi me pasaba, me
desvanecía, y de pronto sentía la lluvia cayendo sobre mi cara. Lograba volver,
y al igual que tú, el resto del día andaba como satélite, nunca presente
realmente, en ninguna conversación, en ningún contexto. Era una invasión de una
mano oscura, un rayo de información conspiratoria que inventaron los rusos, no
sé qué mierda era, pero a nosotros dos nos pasaba. Yo siempre volvía cansado,
pero ansioso, con ganas de viajar, de alejarme, de sentir que esta vida pasa en
estos kilómetros cuadrados de ciudad, y afuera hay un montón de cosas más, sentía
como si me hubiera tragado el sol, y me hubiese quemado el estómago, no comía a
veces hasta el próximo día. Tú volvías triste, a veces decías que se te había
ido la vida. Decías que el sentido del universo a veces se comenzaba a revelar
en tu mente, mirando un montón de basura en el suelo, o una huella de barro en
la calle, y que mientras se armaban ecuaciones y cosas, tú cerrabas los ojos,
era una cantidad de información tan grande que no la soportabas, y luchabas por
salir. Me mirabas, con esos ojos grandes y oscuros, asustado, diciendo que se
te había ido la vida. Son remanentes de historias pasadas, te decía yo,
corto-circuitos del espíritu. Kundalini se pone mañosa a veces, y nos muerde la
mente.
Cuando nos
pasa eso, siempre terminamos sacando lo mejor de nosotros. Alguna idea, alguna
canción, algo pasa alrededor de nosotros que alinea los planetas y luego alguna
experiencia nos enseña un montón de cosas. Cuando no lo entendemos, lo que pasa
a veces, andamos mal, nos enojamos y peleamos entre nosotros. Y con esa mala
onda encima, cambiamos algo en la realidad, y todas las cosas comienzan a salir
mal. Al comienzo no hablábamos de eso, cuando nos pasaba, lo ocultábamos. Y andábamos mal. Casi terminamos, varias veces. Cuando comenzamos a probar
drogas y esas cosas, y tiempo después yo te pedía que explicaras qué habían
sido para ti esas experiencias, la imposibilidad de explicarlo totalmente daba
lugar a que existieran cosas que no se pueden explicar en esta lengua, ésa era
la conclusión. Entendido eso, comenzamos a comparar, cuándo más pasa esto. Y es
cuando me secuestra el desierto a mí, y el universo a ti. Ahora ya lo
entendemos y lo manejamos, es una energía muy fuerte pero tan incomprensible,
que aún no la puedo manejar. Yo estoy seguro que tú la dominarás primero que
yo, y después me vas a enseñar cómo se hace. De hecho, lo he visto, te he visto
dominándola, resolviendo acertijos mentales, encerrado largo rato detrás de tus
ojos, lo sé porque a veces vuelves con esa clarividencia que es imposible que
un humano ajeno a dominar esta energía lo haya conseguido.
Todo esto
es, por supuesto, invisible a los ojos de los demás. No entienden cuando lo
tratamos de explicar, piensan que es cuento nuestro, que estamos mintiendo. A
mi no me gusta discutirles mucho, porque la mayoría del tiempo me da miedo
pensar en eso, me es tan incontrolable, que cuando pienso en eso creo que me va
a pasar de nuevo y no quiero. Tú sientes lo mismo.
Hubo un
tiempo en que el animal que era nuestra especie en sus comienzos, tenía algo
como un lenguaje químico y místico que no se decían entre ellos, pero se
sincronizaban perfectamente los períodos de su vida, su nacimiento, su iniciación,
con los ciclos lunares, las estaciones del año y todos los seres vivos que los
rodeaban, plantas, hongos, insectos. Incluso macho y hembra no necesitaban
hablarse para traer nueva vida, era algo implícito en ese lenguaje químico-místico.
Yo creo que eso que nos pasa es la manifestación del lenguaje químico-místico. Tenemos
eso, y nos pasa esto. Es algo que gobierna nuestras vidas, quizás, y lo penoso
es que yo le tengo miedo. A pesar de ser yo más grande y más musculoso, en esto
tú me cargas, tú me enseñas. Me he cruzado contigo y te he conocí. Conocí tu
lluvia, y era mucho más potente que la mía.
Comentarios