Relatos callejeros pt.1



Despierto con el calor del sol. Estoy caminando. Y estoy completamente ebrio. ¿Serán como las... 3? Me apoyo en una muralla. No sé dónde mierda estoy. Viene alguien corriendo hacia mí. No se detiene. Me grita y me da un puñetazo cuando llega. Me caigo al suelo. Me agarra a patadas.
-¡Oe, culiao, qué wea!
Me duele.
-¡Para, conchetumare!
Le agarro una pierna y giro. Se cae. Me levanto rápido y le pego una patada. Le pego muy despacio, se levanta luego y lo empujo hacia la calle. Había un camión estacionado, así que no vi que pasaba un auto. Lo atropella. El auto frena después. Yo me paralizo primero, después salgo arrancando. Corro sin saber qué pasa. Una mochila me molesta en la espalda cuando corro, moviéndose de lado a lado. Me dan ganas de vomitar. Termino de correr y me escondo en un callejón. Me siento. No sé qué mierda pasó, ni por qué me quería pegar ese weón. ¿Estará vivo? Abro la mochila. ¿Y si el loco que lo atropelló después arrancó? Hay una chaqueta adentro, unas llaves igual. Un golpe en la cabeza y podí’ morir al toque... Hay una botella de ron adentro. El auto frenó en todo caso, va a estar bien si es que está vivo. Abro la botella y bebo.
Despierto tiritando. Hay una parca en la mochila. Me la pongo. Está oscuro. No sé dónde estoy. Me levanto y comienzo a caminar. Hace frío, estoy tiritando. Creo que tenía ron en la mochila... Sí, aquí está.
-¿Sabíai que el copete en realidad da más frío después?
-¡Cállate tú, oe!
El niño Héctor me sigue a todos lados. Hijo de puta. Estoy chato de él. Creí que era bueno, pero en realidad es malo. O no sé. No importa. Quiere que vuelva, yo no quiero volver.
-Sí importa, soy bueno y tienes que volver.
-¿Sabí’? Yo no creo que seai como mi conciencia.
-¿Y?
-Erí’ como un gusano que tengo en la cabeza.
-Ya.
-No te voy a pescar.
-¿Qué querí’, Juancho?
-Que te vayai a la chucha...
-Si pudierai pedir algo, cualquier cosa, así como un deseo, ¿qué pediríai?
-...
Pediría volver en el tiempo, uno de esos días de un verano que pasó hace tanto rato, que pareciera que fue un sueño. Pediría volver a ese sueño. La playa. Davi y yo, echados en la arena, no haciendo nada, no pensando nada, paz mental completa, absoluta, el corazón podía estar tranquilo ahí, no le importaba, no se aceleraba en pánico al pensar que yo no me movería de ahí en todo el día. No. Yo quería estar ahí. Pediría estar ahí, que ese día se repita, una y otra vez, que me muera y me vaya a ese paraíso.
-¿Por qué te querí’ morir?
-Qué importa...
-¿Creí’ que lo que querí’ no puede pasar en esta tierra?
-...
-¿Que tení’ que castigarte? ¿Que tení’ que castigarlos a ellos por eso?
-...
Abro la mochila y saco la botella. Camino más rápido.
-¿Cómo creí’ que los dejaste? ¿Cuánto creí’ que lloró el Davi?
Doy grandes tragos, uno tras otro, veo burbujas subiendo.
-¿No creí’ que va a pensar que te mató? ¿No creí’ que eso es demasiado dolor?
Sigo bebiendo, sigo tragando, me arde la garganta, el pecho y la guata.
-¡Son tus hermanos, Juancho!
Despierto y estaba quedándome dormido al frente de una fogata. El fuego me da una sensación acogedora. Estoy envuelto en un saco de dormir. Supongo que querían que durmiera aquí. No sé quiénes son. Están conversando muy lento. Casi ni entiendo lo que dicen. Creo que uno le cuenta una historia al otro, pero de pronto da como consejos. No sé. Tengo las manos calientes. Me pasan una caja con vino. Bebo. Está bueno. Bebo un poco más y la paso de vuelta. Estoy quedándome dormido de nuevo.
Me tiran una frazada encima y despierto. Hay unos señores hablando, haciendo preguntas. Son carabineros. Creo que no me ven. Les preguntan los datos a todos, pero cuando les tratan de responder, están demasiado ebrios como para que se les entienda algo. Yo trato de moverme bajo la frazada y el saco. Me arrastro y me escondo debajo de unas cajas. Salgo totalmente del saco. Camino agachado y paso por un agujero en un cerco. Hay un sitio vacío, con un montón de pasto largo. Camino y me alejo. Qué hora será. Parece que va a llover. Sigo ebrio. Tengo la caja de vino en la parca. La sacudo. Sí queda. Me la bebo casi al seco. Sigo caminando. Supongo que debería conseguir comida. No sé.
-Eso... comida.
-Por la chucha... otra vez.
-‘Tai re flaco, Juancho.
-Cállate. Déjame solo.
-Pero si estai solo. Estai completamente...
-Cállate, oh.
-...y totalmente solo, absolutamente...
-¡Ándate a la mierda!
-...¡solo!
Me lavo la cara y me miro al espejo. Me creció la barba. Un caballero lavándose las manos al lado mío me mira. Qué mira, caballero. Llega un guardia.
-¡Amigo! Tení’ que salir de aquí por fa’...
-Pero si yo me ‘taba la’ando las manos no má’...
-Fuera, fuera, fuera, fuera...
-...oiga, pero si no hice nada...
-Ya po’, sale ante’ que te saquemo’ la chucha.
Me empuja hasta afuera, por los pasillos y luego a la entrada. Me echa afuera.
-¡Guatón culiao!
Me puse a caminar alegando y mirando al piso.
-¡Flaco!
Miré hacia atrás. Venía un loco con una mochila y unas gafas cruzando la calle.
-¿Qué pasó, flaco?
Me abraza. Parece que me conoce.
-Naa’ el guardia culiao me echó, hermano, yo entré a la’arme la cara no má’...
-Pa’ que te metí’ pa’llá po’, hijo, si cachai que los guardias culiaos son penca.
Nos ponemos a caminar. No tengo idea de quién es. Saca una botella de cerveza de la mochila.
-¿Andabai en el puente anoche?
-Eh...
-¿Y cómo te arrancaste de los pacos?
-Me tiraron una frazada encima y no me vieron.
-Jaja
-Me arrastré y salí. Como un gusano, hermano.
-Jaja, me cago.
-¿Y tú de a’onde vení’?
-De mi casa. Voy pa’onde el tata.
-Ya...
-Vamo’ po’
El tata no vivía tan lejos, eran un par de cuadras. Me dio calor cuando llegué. La casa estaba a oscuras. Unos perros que había adentro ni se despertaron cuando entramos. Habían unos señores adentro. Yo era el menor de todos, por muy lejos, eran casi puros viejos. No entendía casi nada de lo que decían. Cuando llegué me empezó a dar sueño. Tomamos sólo cerveza. Me hicieron preguntas, algunas las contesté, a veces se reían, no sé qué les dije.

El ruido de un cerco abriéndose.

Luces naranjas.

Calles.

Autos pasando rápido y tocando la bocina...

Botellas.

Humo de cigarro.

Meo en un árbol.

Unos pacos me preguntan mi nombre.

Unos perros me ladran, son como cinco.

-Todavía me acuerdo de ese día cuando nos sacaste del portal—es de día y el niño Héctor me está hablando—Nosotros confiamos totalmente en ti, estabai como, totalmente seguro de lo que estabai diciendo, y teníai razón—estoy echado en una banca, está todo lleno de neblina y él está sentado a mis pies—Nos sacaste sanos y salvos de ahí. Ahora pensai que yo estoy ayudándote y todo eso, pero no, Juancho, yo no existo, yo estoy aquí porque tú me imaginai. Erí’ tú mismo el que se saca de todos los problemas en que te metí’, no soy yo.
-...
-Qué pasó, Juancho. Cuándo perdiste la fe en ti mismo.
Me pongo a toser. Me siento y sigo tosiendo.
-...creo que... me estoy enfermando.
-Nunca hai esta’o sano... mira, tómate esto—me ofrece un vaso con agua.
-¿Pero es agua no más?
-Sí, no es copete. Deja de tomar. Te estai enfermando por eso.
-...—me tomo el agua al seco.
-Y por estar en la calle.
-...—dejo el vaso en la banca—A ver, dime, ¿por qué mierda es tan importante que vuelva, weón?
-Porque estai haciendo mal. A ti y a tus hermanos. Ellos se sienten culpables de que...
-¿Y? ¿Acaso no tienen culpa?
-¿En serio? Te devuelvo la pregunta, ¿tienen culpa? Si tú erí’ capaz de darte cuenta de que hay un problema y no haces nada más que... quejarte y llorar, tú tení’ la misma culpa que ellos.
-Na’, tai equivoca’o...
-Si pensai en ellos como “hermanos”, tení’ una responsabilidad que cumplir. Piensa que ellos se fueron de sus casas a vivir a la ciudad por ti, porque a ti te habían echado de tu casa. Te dieron un hogar por un montón de tiempo, por todas las cosas por las que pasaron. Abriste los ojos, te volviste diez veces más grande cuando estabai con ellos y los viste crecer tú también. Ellos te perdonarían todo, Juancho, si quisierai volver, ellos te lo perdonarían, Davi también lo haría.
-...
No pensé en nada. Me empezó a dar rabia. Qué mierda se cree este que me dice lo que tengo que sentir. Qué hago con la rabia, entonces. No quiero ni verlos porque me dan rabia. ¿Me perdonarían lo que he hecho? ¿En serio? ¿Y a mí que me importa que me perdonen? No hay nada allí por lo que volver. Nada. A sacarles la chucha volvería, tal vez.
Me levanto y me voy caminando enojado.
-¡No podí’ escapar de esto, Juancho! ¡Estai caga’o!
Camino más rápido, me alejo mirando al piso.
-¡¿Escuchaste?! ¡Estai caga’o!
Pienso en cómo escapar del niño Héctor. No puedo. Aparece cuando se me pasa la curadera. Tendré que beber, por ahora, todo el tiempo. Tendré que irme de esta ciudad. Llegó la hora de irme de nuevo. Pero no tengo nada. No tengo mochila, ni plata, ni ropa. Ni copete. Chucha. No tengo nada. Soy completamente vulnerable a cualquier cosa en este momento. No puedo valerme por mi mismo. No tengo ningún lugar donde llegar. Camino de vuelta a la casa del tata. No sé por qué, supongo que podría encontrar algo que me sea útil. Llego y entro como si fuera mi casa. Está abierto. Adentro todos duermen. A pesar del ruido que hice cuando entré, nadie despertó. Miré por aquí y por allá. Me llevé una botella de whisky y una mochila vacía que había por ahí. Me sentí un poco avergonzado de llegar y llevarme cosas, pero no tenía otra opción. Me fui de la casa y caminé para la carretera. A veces me detenía y daba un sorbo. Me fui caminando. Me dio hambre, pero seguí tomando. Caminé todo el día, sin siquiera saber para dónde iba. Me encontré un billete de dos lucas botado y me compré una empanada. Cuando me la comí, vial niño Héctor mirándome con cara de hambre, a lo lejos. Me comí la empanada rápido y me alejé para tomar otro sorbo sin que me vieran. Se empezó a oscurecer y me dio frío. Me eché en un paradero y bebí hasta dormirme.
-¿Hay escuchao de la frase “beber para arrancar de tus problemas”?—el niño Héctor me despierta de nuevo y ya es de día.
Busco la botella y bebo lo que queda, el niño Héctor se pone a cantar. Me echo. Cierro los ojos y trato de seguir durmiendo. Lo escucho cantar cada vez más despacio. Cuando abro los ojos puedo verlo desvanecerse. Me echo y trato de dormir, sólo quiero dormir.



Comentarios